Los Vinos de las Islas Canarias

En la escena internacional, en el pasado, han ocupado una posición de relieve: en las rutas hacia España y el Reino Unido y hacia las Américas; amados y citados por personajes del calibre de Shakespeare; servidos en las mesas nobiliarias.

Los vinos de las Canarias están listos ahora para la conquista de su pequeño espacio en el actual mercado global.

El archipiélago tiene toda la intención de afirmarse como micro potencia enológica. Hablamos de una producción de pocos millones de botellas.

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Desde Fuerteventura, la primera isla en producir vino, hasta Lanzarote, la última en el orden de tiempo donde se plantó la vid después de la gran erupción de 1730 (duró nada menos que 6 años), el patrimonio vitícola ve protagonistas a 33 variedades de uva, y la mayoría de las etiquetas salen bajo las denominaciones Gran Canaria y Lanzarote.

Este conglomerado de paraísos es uno de los lugares del vino donde la viticultura sostenible ha sido desde el principio, y por tanto desde hace siglos, el único dictamen de producción. Zona franca no tocada por la filoxera.

El sector vitícola, en los tiempos recientes de su historia, se ha activado principalmente para el consumo turístico, pero desde hace algunos años las bodegas apuntan a los bancos de prueba internacionales.

Numerosas, por ejemplo, han sido las muestras enviadas a la edición 2013 del concurso vinos de montaña y de las pequeñas islas del Cervim.

Las Canarias se han mostrado con las espaldas bien anchas, con Tenerife destacando con oros y plata (para leer el artículo hacer clic aquí). El sector está en crecimiento y da cada vez más empleo.

Bodegas, entes certificadores y promotores están en red para promover el vino entre las principales atracciones turísticas al igual que los tesoros marinos, paisajísticos y artísticos que posee el archipiélago, y lo hacen ya desde hace varios años con gran anticipación respecto a otros países con vocación vinícola.

En resumen, las Canarias del vino viajan viento en popa, no solo por mérito de los Alisios, que las azotan día y noche y durante todo el año. Cierto, precisamente este incesante soplar es uno de los méritos de la calidad de las uvas que crecen en esta parte del Océano Atlántico, pero es la imprevisible e indomable potencia de la tierra y la adaptación del hombre las que han convertido estos mundos en tierras enológicas de excepción.

Y a esto añadimos una mentalidad fuertemente orientada al turismo que ha llevado al archipiélago a ser destino del vino hoy entre los más cotizados del mundo. Solo en Lanzarote, que no está para nada interesada en el turismo de masas amante de la movida, la afluencia turística cada año supera por poco los dos millones de vacacionistas, con un movimiento de pasajeros en su aeropuerto de 5 millones.

Hablamos de una isla con el 42% del territorio constituido por áreas protegidas.

Imaginamos Las Canarias e inevitablemente afloran a la mente otras islas donde la viticultura es desafío constante contra los elementos: Pantelleria, las Eolias con Salina, Lipari y Vulcano y el Etna.

La consonancia emerge entre otras cosas también a la luz de la inserción en la lista de los sitios protegidos por la Unesco.

Cuatro de las siete hermanas oceánicas están declaradas Patrimonio de la Biosfera de la Unesco: Tenerife, Lanzarote, Fuerteventura, La Palma, título que comparten con el archipiélago eoliano, mientras que el volcán Etna desde hace muy poco ha sido proclamado patrimonio de la Humanidad.

La comparación con casa nuestra salta entonces evaluando las modalidades con que el mundo del vino a esa latitud ecuatorial se está desarrollando: comunicación y marketing asumidas como práctica promocional prioritaria y una capacidad de mejorar las infraestructuras lejana de nosotros años luz (por ejemplo la construcción de una carretera allí ocurre en tiempos preestablecidos, declarados, respetados en un abrir y cerrar de ojos, con equipos que se alternan día y noche, en resumen la administración pone en marcha una máquina eficientísima para que todo pueda garantizar al huésped el máximo del servicio).

Pero sin querer puntualizar siempre y solo por el gusto de quejarnos, la diferencia entre su ritmo y el cronograma nuestro no puede sino saltar a la vista. Cierto, de pasos adelante, en estas zonas de Sicilia, se están dando, pero con mayor razón, por los tantos paralelismos que subsisten, las Canarias están entre los competidores a los que mirar con más atención.

Venimos a la degustación que ha motivado este breve enfoque sobre el archipiélago. Hemos degustado el Malvasía D.O. de la bodega El Grifo de San Bartolomé.

Se encuentra en el Masdache Tinajo, el área, junto a La Geria, donde se concentra el mayor número de bodegas de la isla, 13 de las 17 inscritas en el Consejo Regulador de Denominación de Origen Vinos de Lanzarote.

Fundada en 1775, es la quinta más antigua de España y la más antigua de las Canarias. Hoy produce 600 mil litros al año y cuenta con 12 referencias. Sesenta hectáreas son de propiedad y el resto de las uvas son conferidas por pequeños viticultores de la isla.

La primera también en haber orientado la producción para el mercado, y no solo para el insular, con la introducción de las embotelladoras y el acero para la vinificación. Posee las vides más longevas de Lanzarote, algunas se remontan a 1750.

Custodia un archivo con añadas antiquísimas, entre ellas botellas de 1881, y presume también de una de las bibliotecas más corposas dedicadas al vino con 5 mil volúmenes.

Exporta a Estados Unidos y Alemania pero está apuntando a los mercados emergentes, principalmente a China y Rusia.

Considerada icono del vino de Lanzarote, se le debe reconocer el mérito de haber encendido los reflectores sobre las potencialidades de la isla.

El sistema de cultivo, aquí, es sinónimo de desafío, de tenacidad y de sacrificio continuo.

Después de las erupciones que destruyeron Lanzarote por seis años seguidos modificando su conformación y el ordenamiento económico y social, los campesinos se las ingeniaron para remodelar el paisaje haciéndolo retornar nuevamente productivo esta vez con la vid (Lanzarote antes de esa fecha era conocida como «El granero»).

Los rendimientos medios por hectárea, aunque sea difícil creerlo, son de 100 – 150 quintales con una densidad de 400 – 500 plantas.

Lanzarote en total produce 20 mil quintales de uva y el precio medio reconocido a un kilo de uva es de 1,5 euros.

La vid se cultiva en hondonadas profundas (sistema difundido en La Geria y por el cual ha sido el único sitio de España candidato a la tercera edición del Premio Bienal del Paisaje del Consejo de Europa) cubiertas de ceniza volcánica que retiene la humedad del terreno impidiendo su evaporación, nutre la planta y la protege del ataque de las enfermedades.

Pero existen también otros sistemas de cultivo y de arquitectura del paisaje que protegen las vides del viento (en chaboco, en parral, en bancales). Una curiosidad: antiguamente para cultivar estas viñas especiales se usaban los camellos.

En el siglo XVIII sobre 5000 habitantes se contaban en Lanzarote 1700 camellos, en 1940 el número subió incluso a 3 mil.

Hemos degustado el Malvasía Seco Colección D.O. Lanzarote 2012. La variedad es la Malvasía Volcánica, columna vertebral de la identidad enológica del archipiélago, pero que en Lanzarote ha encontrado su cuna.

Llega allí después de la segunda mitad del siglo XIX después de que un ataque violento de oídio devastara las plantaciones de las otras islas. El vino se presenta a la vista con reflejos amarillo-pajizo brillantes.

Salobre al olfato con notas de yodo y minerales, que retornan también en boca, junto a tintes leves de fruta tropical. Es un vino salino que deja placerísimas sensaciones de cítricos. Acidez marcada. Persistente. Gran bebibilidad.

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